Munra era mi villano favorito :) Las lecciones más importantes de la vida suelen quedar de herencia luego de algún episodio “muy” algo: muy hermoso, muy infernal, muy apresurado, muy contradictorio, muy empalagoso, muy. Y la clave tanto para acelerar el aprendizaje como para, de paso, ahorrarse la temporada en la psiquiatrería, está en aprender a reconocer al maestro en cuanto aparece -por más disfrazado que esté.

La red es sólo por si acaso

 Si de verdad quiere lograr el plan A, ¡comience por dejar de acariciar el plan B! Esa es una artimaña del inquilino eterno de nuestra cabeza, el Autosaboteador de Metas, famoso por hacer lo que sea con tal de tener alguna sensación de tranquilidad. Fue él quien inventó eso de “Si el plan B no funciona recuerde que el alfabeto tiene muchas letras más”.

 

¿Se ha hecho esa pregunta? (por favor detenga la lectura aquí unos segundos y conteste cuál sería para usted el premio gordo de la lotería de la vida antes de avanzar en el artículo): ¿ser millonario?; ¿tener el trabajo de los sueños?; ¿coincidir con su media naranja?; ¿zafarse de quien creyó era su media naranja pero resultó siendo su medio limón? Ojalá lo que tengo para decir hoy no le resulte decepcionante porque el premio mayor de esta lotería no vendrá desde afuera: el gran golpe de suerte será que en algún momento de su vida (o en muchos momentos de su vida, ojalá) la existencia de alguien sea mejor gracias a usted (gracias a su trabajo, a su amor, a su dinero, a su tiempo: a un poco de energía de la suya, pues).

Hija, como soy, de este sistema, tengo que admitir que en mi cabeza rondan todos los sueños del capitalismo de Adam Smith: me gustaría comprar una casa grande; tengo la suscripción a Vogue para soñar; por supuesto quiero el nuevo iPhone y claro que estaría encantada de pasar un fin de semana en el Ritz de París. La dinámica del bienestar capitalista es simple: usted da el dinero y a cambio se libera del pesar de tener lo mismo de siempre. “El encanto dura lo que dure el deseo. Y, cuando se desencante, tranquilo: le vendemos un sueño nuevo”. Impecable.

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Si lo que menos tenemos es tiempo, ya no es tan cierto que “El tiempo es oro”: a juzgar por su escasez, las horas del adulto se cotizan por lo menos al precio del platino (o hasta del plutonio). La mayoría de nosotros se siente viviendo contra el reloj porque por lo general se pasa su vida trabajando. En ese estado actual de cosas el silogismo que rige la cotidianidad del humano en edad productiva hoy es simple: el 75% del tiempo que estamos despiertos lo invertimos en trabajar y las cosas que pasan en la oficina no se quedan allá sino que nos acompañan, como la sombra, hasta la casa (¡hasta la cama!); por lo tanto, vivir un infierno en el trabajo es prácticamente una garantía de vivir un infiernito personal.

De manera independiente a las convicciones religiosas (o a la ausencia de las mismas) en cada uno de nosotros, la Felicidad sí encuentra en la vida espiritual un componente determinante.

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