Martes, 09 Agosto 2016 17:23

Cuando el malo de la película se convierte en maestro - columna "Lingotes de Felicidad", Centro, México

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Munra era mi villano favorito :) Las lecciones más importantes de la vida suelen quedar de herencia luego de algún episodio “muy” algo: muy hermoso, muy infernal, muy apresurado, muy contradictorio, muy empalagoso, muy. Y la clave tanto para acelerar el aprendizaje como para, de paso, ahorrarse la temporada en la psiquiatrería, está en aprender a reconocer al maestro en cuanto aparece -por más disfrazado que esté.

Pretender que quienes vienen a enseñarnos algo tengan siempre la silueta del consejero o del experto es la expresión máxima de nuestra inocencia ya que los maestros que calan más hondo en el corazón del alumno a menudo llegan en formato estafador, nieto, indigente, mejor amigo, jefe, humano irresistible, novio de hija, pareja, colega holgazán, mascota, quitamaridos, funcionario público, etc. Podría apostar mi pequeña biblioteca (que es mi máximo tesoro) a que si usted se permite al menos tomar en consideración mi teoría, según la cual todas estas personas han aparecido en su camino con el solo propósito de darle un mensaje trascendente, su historia será distinta. Es más, voy a subir la apuesta: le voy a demostrar que es perfectamente posible cambiar su pasado con el experimento que delicadamente le invito a hacer en este momento. Lea despacio y, por favor, procure ir siguiendo conmigo las instrucciones para que las probabilidades de éxito del ejercicio sean más altas. Ubique las escenas más dolorosas que haya vivido en estos años a causa de alguien: humillaciones, decepciones, sustos, rabias, lo que prefiera. Como quien pasa los canales de un televisor (y no como alguien que evoca un recuerdo en el propio pellejo –esto es muy importante para evitar ponernos en el estatus de víctima), a continuación elija de entre esas escenas una donde tenga muy bien identificado al antagonista (al malo de la película) y piense que ve en la pantalla lo ocurrido. Lo que oyó; lo que vio. Ahora viene la magia que, eso sí, debo advertir, sólo funciona en quienes estén haciendo este ensayo con una mezcla entre curiosidad y ganas sinceras de comenzar a pasarla mejor: recree el episodio con esa persona “mala” haciendo todo lo que hizo (o todo lo que dijo o todo lo que dejó de hacer) y ahora, mirándolo mentalmente a los ojos, tome aire y piense con absoluta seguridad que es su maestro. Así como lo acaba de leer: su maestro. La enseñanza que haya recibido depende del momento de la vida por el que estuviera usted pasando para el momento de los hechos. Tal vez esa persona le mostró lo que no hay que hacer cuando el corazón de alguien esté en sus manos. Quizás le haya enrostrado lo dañino que es jugar varios juegos a la vez. De pronto le enseñó que un niño, aunque esté pequeño, sí está entendiendo (y sobre todo sí está grabando en su corazón) la forma como lo hacen sentir. Seguramente le aceleró el desarrollo de habilidades de supervivencia para el amor o para la oficina forzándolo a trabajar el doble de lo que debió. En fin, estoy segura de que usted sabrá descifrar la razón de ser de la aparición del profesor. Ahora bien, absténgase de cometer el error de quedarse sólo en las lecciones obvias: la enseñanza no es, por ejemplo, que hay que desconfiar de todo el mundo. La enseñanza interesante pudo ser que el peso de su falta de autoestima no se debe volver a trasladar a una relación amorosa o que (también a propósito del ejemplo de la desconfianza), el hecho de que alguien sea su compañero de escritorio por ocho horas cada día no lo convierte de modo automático en su confesor. Estas dos opciones buscan ilustrar que, comoquiera que haya sido su historia, todo habrá valido la pena si hace el esfuerzo emocional de buscar la lectura interesante de los acontecimientos. Más allá de ser un exorcismo, estas reflexiones quieren ser un amoroso despertar a la vida real: a todos nos pasan (no una sino montones de) cosas que si nos hubieran consultado habríamos decidido saltarnos y dado que es imposible rebobinar la película y cortar esa parte de la cinta tenemos que aprender a convivir con ellas. Adicionalmente hay que tomar en cuenta que nadie va a venir a rescatarnos de nuestros recuerdos. Y a la misma altura de estas verdades, que pueden parecer muy toscas pero que están rigurosamente ancladas a la realidad, hay otro axioma igual de resplandeciente: el único derecho que nadie podrá arrebatarle nunca es el de decidir ser feliz a pesar de lo que haya vivido; a pesar de lo duro que sea lo que está viviendo. Todo eso es cierto. Salud por eso.  Columna publicada en el periódico “Centro”. Puebla, México, el 09 de agosto de 2016. Enlace a la publicación del periódico haciendo click aquí: séptimo lingote de felicidad de Sylvia Ramírez 

Conferenciante internacional de Felicidad y Personal Branding Coach Ejecutivo – Coach Personal @SylviaRcoaching 

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