Sábado, 22 Octubre 2016 20:46

El drama sublime de querer odiar y no poder

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Lo único que causa más insomnio que una rabia bien enconada es querer odiar y no poder. Por eso el desafío es tan extraño y la vez tan divino: porque a veces sucede que aunque hayamos pasado todas las desventuras emocionales que se puedan vivir con alguien, sentimos que no tenemos absolutamente nada qué perdonarle.

Concluimos que no tenemos nada que perdonar porque el amor que guardamos por ese humano se mantiene intacto aunque la historia todavía nos duela. Y nos desespera que nos duela; no queremos que nos siga doliendo. Y pensamos que si al menos pudiéramos odiar, la espina se saldría sola: ya no sentiríamos esa punzada fría en el corazón. Y repasamos con lupa todo lo feo que hubo pero lo cierto es que por más que nos esforzamos, la belleza del sentimiento original resplandece con más fuerza que las escenas de dolor. Y hacemos el inventario mental de cada desplante sufrido pero nada que somos capaces de odiar: ahí empieza uno a entender de qué se trata eso del tal “Amor incondicional”. Pareciera que es el que se siente a pesar de no ser correspondido. No es miopía ni testarudez; es la ausencia absoluta de ganas de juzgar al prójimo. Mi historia -que es la de muchos- tuvo el formato de decepción amorosa protagonizada por un galán que ni siquiera alcanzó a ser mi novio. Puede que a usted le haya pasado algo parecido con su mejor amigo o con un hijo. Lo importante (porque ahí es donde puede estar enredándose su felicidad) es que a pesar de que quienes le rodean opinen que quien le causó tanto dolor es un ser despreciable, usted no se fuerce a pensar lo mismo ni se obligue a odiar a quien no odia porque con eso sólo estará violentando su naturaleza. Sí: es que lo natural es amar. Si tocara dar un nombre a la energía que reposa en el núcleo de nuestro código genético, ése sería “Amor”. Por eso es que al vibrar en una frecuencia distinta, enfermamos: porque lo raro es odiar. Deje de exigirse tener una razón lógica para sentir afecto por alguien, incluso si lo conveniente es apartarse de su lado. En suma, lo invito a que vuelva sobre el episodio doloroso y declare que “En el mundo de [ponga aquí su nombre] esas cosas sí se perdonan. Punto”. Sin convertirse en alcahueta, tampoco se resigne siempre a lo que le dicte el sentido común porque eso es muy fatigoso: usted ame a quien le plazca porque en fin y al cabo para eso es su mundo; tal vez algo extraño pero, eso sí, un mundo maravillosamente suyo

Columna publicada en el periódico “Centro”. Puebla, México, el 17 de octubre de 2016. Enlace a la publicación del periódico haciendo click aquí: 12o lingote de felicidad de Sylvia Ramírez 

Conferenciante internacional de Felicidad y Personal Branding Coach Ejecutivo – Coach Personal @SylviaRcoaching  imagen:  https://goo.gl/images/LmtLZC

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