Martes, 08 Noviembre 2016 12:36

La crueldad detrás de la esperanza - columna "Lingotes de Felicidad", Centro, México

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¿Guardamos una ilusión o estamos posponiendo un sufrimiento? El propósito de la existencia no es esquivar el dolor. El esfuerzo evolutivo de millones de años de nuestra especie no pudo haber desembocado en una misión tan parca como la de escurrírsele al sufrimiento. Entonces, ¿por qué a la hora de decidir (asuntos grandes y pequeños), nuestra apuesta fuerte es a ahorrarnos un nuevo pesar en lugar de apuntarle a una vida feliz? Resulta que al cerebro consciente le aterra la idea de sufrir.

Vivir el sufrimiento, sentirlo cuando ya está pasando, es algo que sí le gusta; pero anticipar el dolor –olerlo-, lo paraliza. Y así, cuando queremos que alguna de nuestras historias tenga un desenlace específico pero objetivamente sabemos que el final feliz se está complicando, sacamos de la sabiduría popular el salvavidas emocional que nos ayudará a sobreaguar la crisis: nos tatuamos en la frente un anuncio que dice “La esperanza es lo último que se pierde”. Ese refrán es lindo (inclusive es hasta conmovedor) pero al tiempo es muy peligroso. El riesgo no está en eso de mantener la esperanza; el riesgo está en que, bajo ese eslogan, se nos olvida preguntarnos anticipadamente en qué clase de meta es que estamos a punto de empeñar el corazón. Repetirse que “La esperanza es lo último que se pierde” no siempre es señal de valentía: con frecuencia es una fachada piadosa para la testarudez porque, a decir verdad, no preguntarse si un propósito tiene sentido antes de prenderle las velas a los santos es tan loco como lanzarse de un tobogán muy empinado sin saber -más o menos- cómo acaba en el otro extremo. Lo más triste de todo es que muchas veces no nos asomamos a ver cómo acaba el tobogán o, volviendo a nuestro caso, no hacemos el ejercicio de preguntarnos si la meta tiene sentido, porque en silencio sabemos que ya no lo tiene pero no queremos pasar por el dolor de aceptarlo. Y aquí viene la puntada de felicidad: necesitamos sacarnos de la cabeza que ganamos algo aplazando el dolor de afrontar que las cosas son como son y no como quisiéramos. Cuando la meta no está bajo nuestro control lo inteligente es ajustar la actitud; no aferrarnos con las uñas a un trozo de ilusión. Porque he pasado por más de un infiernito personal le digo con absoluta confianza que entre más rápido evacúe el paso doloroso, más pronto llegará la dicha (casi mística) de sentir la fuerza que imprime en el alma haber aprendido La Lección. Entender esto es vital porque las únicas felicidades perdurables que he visto son las que se han construido con los dos pies bien atornillados a la tierra. Es que hasta para soñar hay un método y con saltárselo sólo conseguirá anotar un autogol. Columna publicada en el periódico “Centro”. Puebla, México, en noviembre de 2016. Enlace a la publicación del periódico haciendo click aquí: 13o lingote de felicidad de Sylvia Ramírez 

Conferenciante internacional de Felicidad y Personal Branding Coach Ejecutivo – Coach Personal @SylviaNetwork 

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