Jueves, 04 Febrero 2016 14:36

Sentir “pasión” fue la fase de calentamiento: ¡lo que sigue es el amor!

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Tanto en el mercadeo como en las relaciones interpersonales se me figura cada vez más y más cierto que la pasión es un arma de doble filo. Si no, preguntemos a un vendedor exitoso y a un hombre que haya pretendido sin éxito a una mujer en dónde estuvo la razón de su victoria o de su fracaso. Dos caras de la misma moneda: la pasión es una forma de energía que atrae o que repele irreversiblemente a alguien que esté a punto de tomar una decisión.

Con esa advertencia (que la pasión es un arma de doble filo) inicio el quinto punto de mis conferencias sobre Personal Branding para llamar la atención sobre ese atributo que en esta época parece indispensable pero que en la vida real está causando más desaires que conquistas.

En efecto, si nos mostramosexcesivamenteapasionados en relación con algo, inmediatamente vamos a prender todas las alarmas psicológicas de cualquier persona normal porque va a pensar que si lo que tenemos para ofrecer fuera tan bueno como lo queremos presentar, no ameritaría que nos rasgáramos las vestiduras tratando de conseguir un “Sí” del potencial comprador o de la posible pareja. El buen persuasor puede esperar porque sabe que no se trata de conseguir una respuesta afirmativa a toda costa. El buen persuasor le apuesta a un “Sí” que se sienta natural en quien lo pronuncia. Y por “persuasor” podemos entender director de marketinggerente de ventaslíder político,profesional en busca de un ascenso, etc. En general, persuasor es cualquier humano que se vea en la necesidad de conseguir luz verde para salirse con la suya (en el buen sentido de la expresión –espero).

Al tiempo con estas cosas que pienso sobre la pasión, en la mañana del 16 de noviembre de 2015 puse un post en mi página de Facebook que decía:


La felicidad que te da hacer “Lo que se supone que tienes que hacer” NO va a durar en el tiempo.
 Realismo + convicción + pasión = Felicidad
Minutos después mi amigo Jorge Fernández (@denochejorge, a quien conocí cuando tuve el honor de tenerlo como estudiante en mi seminario de Marca Personal en la Universidad Javeriana de Bogotá), dejó el siguiente comentario a mi publicación:

Jorge Fernández: Estimadísima Sylvia, en lo personal la palabra “pasión” me disgusta. Las pasiones inician de buenas y amorosas intenciones pero terminan en tragedias y radicalismos. Me encanta la palabra “amor”, porque proyecta lo mejor de nosotros y mueve corazones. Me interesa muchísimo saber qué opinas”.
La reflexión me gustó tanto que dio origen a este artículo: pienso que Jorge tiene toda la razón. El amor como motor de cualquier estrategia tiene la gracia de no regirse por las leyes biológicas que rigen los impulsos. Cuando amamos un proyecto y cuando nos apasionamos por éste, somos bien distintos.

Con todo y que me encanta sentir pasión por algo (tanto, que cuando dejo de sentirla procuro visitar un lugar nuevo, hablar con gente distinta, involucrarme en proyectos ajenos a los míos, meterme en algún lío: lo que sea con tal de sentir esa chispita), aunque eso es así, mi voto en esta ocasión es por el amor: para que una Marca Personal pueda dejar un legado valioso necesita estar animada por algo mucho más profundo que unas ganas incontrolables. Necesita estar motivada por… el amor, por ejemplo.

Pensando en estas cuestiones encontré cuatro diferencias entre los dos sentimientos como fuentes de motivación (y tengo la sensación de que estas conclusiones pueden tener un valor importante a la hora de reformular la estrategia de mercadeo personal o de la empresa en el sentido de decidir qué emoción vamos a suscitar en nuestra audiencia. Vamos a ver si sí tienen alguna significación o no):

– Cuarta diferencia: la pasión suele ser muy vulnerable. Si la respuesta que obtiene el apasionado no es exactamente la que buscaba (si no le aprueban el proyecto; si no le compran el producto), pierde el interés. Deja de invertir. No vuelve a llamar. El amor por la idea que queremos llevar a cabo, en cambio, nos hace persistentes.

– Tercera diferencia: la pasión nos lleva a oír poco y a hablar mucho. Error terrible en materia de Personal Branding. El amor al proyecto, por otra parte, hace que nos preguntemos una y otra vez “Cómo puedo satisfacer mejor la necesidad de esta persona o de esta empresa; cómo puedo asegurarme de entenderle mejor”.

– Segunda diferencia: la pasión nos vuelve obsesivos. Animados por la pasión corremos el riesgo de administrarnos mal, de saturar a quien hubiéramos querido convencer. El amor, por su parte, nos da la fuerza para asumir con serenidad resultados que se sienten como pequeñas derrotas en pos de una meta más valiosa.

– Primera diferencia: la pasión exige. El amor ofrece. (Punto).

En resumen: sin pasiones que nos seduzcan la vida sería muy fatigosa. Los días pasarían en el sopor de una dinámica plana, predecible y corrosiva. Pero es también muy cierto que si actuamos animados sólo por la pasión, nuestra Marca Personal se disolverá porque ante cada “No” daremos un bandazo: cazaremos un pleito o nos sentiremos abatidos.

Por otro lado, si la motivación fundamental está en el amor (en el sentido más elemental de lo que es sentir amor hacia algo –no nos pongamos más cursis de la cuenta, por favor), tomaremos decisiones más reposadas; veremos los fracasos como algo que también nos podía pasar y en la mayoría de las ocasiones nos aseguraremos de dar lo mejor de nosotros mismos.

Empresarios: ¿van a contratar a personas apasionadas por o enamoradas de (…)?

Emprendedores: cuando amanezcamos sin fuerzas o sin ganas de seguir intentándolo, qué nos va a sacar de la cama, ¿la pasión o el amor por nuestro proyecto?

De acuerdo con todo esto, la receta original queda felizmente modificada:

Realismo + Convicción + Amor (gracias, Jorge) = ¡Felicidad!

Visto 2223 veces Modificado por última vez en Martes, 10 Diciembre 2019 22:05

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