Jueves, 05 Octubre 2017 14:34

James Bond o la marca del deseo

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James Bond o la marca del deseo James Bond o la marca del deseo

A diferencia de lo que ocurre con los superhéroes, el personaje de James Bond engancha porque uno (tiernamente incauto) cree que puede ser como él. Nada de visión láser, capa para volar ni telarañas que se disparan mágicamente al apretarse las muñecas. Nada: lo de Bond es el estilo, la discreción y el corazón ardiente pero escurridizo.

El 5 de octubre es el día internacional de James Bond porque ese día de 1962 se estrenó en Londres su primera película y la forma más sencilla de celebrar la existencia de alguien es evocarlo; pensarlo. Y alguien que parece desestresarse llevándose al límite de la tensión siempre va a dar mucho en qué pensar.

Sus excentricidades (camufladas siempre tras la cortina gruesa de un refinamiento en absoluto acartonado y, por el contrario, muy práctico), no son pocas: apostar duro y más de lo sabe que tiene, pero entendiendo siempre dónde está parado (en cuál casino está sentado) y qué puede esperar de la noche. Buscar (casi como si necesitara) el amor; ser un amante devoto, consumado y, sin embargo, no enamorarse nunca. Beber con entusiasmo pero jamás con afán. Mostrarse tremendamente interesado en la conversación mientras va levantando un muro que aparta con delicadeza al interlocutor de lo que de verdad está pensando… hasta el momento en que se sale con la suya. Todo así; siempre así.

Para sentarse –mentalmente- un poco más cerca de James Bond hay que recordar que sofisticado no es sinónimo de elegante sino de complejo porque gran parte de su sofisticación está en vivir muchas realidades a la vez. Toda su seguridad radica en su disciplina y en su creatividad. Y, como nos ocurre a quienes nos cambian con crudeza el entorno justo antes de comenzar la adolescencia y nos aferramos con las uñas y los dientes a un ancestro cultural que nos permita sentirnos parte de algo, o como sucede a quienes crecen sin una figura fuerte de autoridad y un día descubren el rap y arman rápidamente una identidad a partir de esas letras, Bond, huérfano desde los once años, resuelve la mayoría de sus encrucijadas existenciales recordándose, como en un rezo, que el sentido de su vida no es otro distinto al de mantenerse al servicio de su majestad.

Feliz cumpleaños a James Bond y a todos los mini Bonds que van derrochando su encanto por el mundo.

*Si al lector le ocurre, como a mí, que lo que quisiera ahora mismo es un Martini pero por algún revés de fortuna no se lo puede permitir, lo segundo mejor que puede hacer es oír la mélange de arena y de tabaco que hay en la voz de Tina Turner cantando Golden Eye, la seductora banda sonora que acompañó el debut de Pierce Brosnan en 1995:

 

Visto 1844 veces Modificado por última vez en Martes, 10 Diciembre 2019 22:06

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