Hay días en los que uno tiene el ánimo tan abajo, tan en el suelo, que gustosamente se cambiaría por cualquiera.
Hija, como soy, de este sistema, tengo que admitir que en mi cabeza rondan todos los sueños del capitalismo de Adam Smith: me gustaría comprar una casa grande; tengo la suscripción a Vogue para soñar; por supuesto quiero el nuevo iPhone y claro que estaría encantada de pasar un fin de semana en el Ritz de París. La dinámica del bienestar capitalista es simple: usted da el dinero y a cambio se libera del pesar de tener lo mismo de siempre. “El encanto dura lo que dure el deseo. Y, cuando se desencante, tranquilo: le vendemos un sueño nuevo”. Impecable.
¿Qué tiene que ver la sugestión con nuestras posibilidades de éxito?
Cuando se reúna la junta directiva de su cerebro, no lo dude: vote por usted. Para presidente; para secretario; para decidir sobre el presupuesto; elíjase para todo. Contratar a otro para que haga de usted, por buen actor que sea, es malgastar su talento: El Elegido; el que lo va a llevar adonde sea que quede su Tierra Prometida sólo puede ser usted. Bueno, usted, acompañado de su fe (en Dios; en la Evolución; en sí mismo; en el horóscopo chino; en lo que desde su experiencia íntima se le figure más serio creer).
Un seductor experimentado sabe cuán valioso es detectar rápido los clichés de su presa.
Piense en su manía más vergonzante. Ubíquela. Recréela en su cabeza. Ahora piense qué le ruborizaría más: ser pillado en el clímax de la ejecución de su [deliciosa] maña o ser sorprendido con unos parlantes conectados a su cerebro que amplificaran (¡sin editar!) lo que piensa de las cosas cuando le pasan. Difícil, ¿no?
Quienes están desarrollando su vida profesional en el mundo corporativo se enfrentan una y otra vez al desafío de tener que ser elegidos en medio de miles de excelentes opciones que se presentan todo el tiempo para ocupar cada vacante que se anuncia. Bien sea que quieras ser contratado por primera vez en una compañía o lograr la promoción en la que has estado trabajando, el objetivo es el mismo: se trata de persuadir al interlocutor de que tiene frente a sí a la mejor opción posible para desempeñar ese cargo.
El único escenario donde tiene sentido apagar todos los filtros, entregarse al encanto de las apariencias y no tratar de entender el truco, es el espectáculo de un mago. Para el resto de los episodios de su vida le irá mejor si se mantiene dentro de lo que llamaremos aquí un “Nivel de duda razonable”. Comenzando por los generosos diálogos internos que transcurren en su propia cabeza.
Lo grandioso es grandioso porque usted así lo declare
Todo depende de lo que vamos a entender por “gran”. No podemos seguir haciéndonos el mal de creer que para que algo sea ‘grandioso’, tiene que ser ‘perfecto’. Pensar así sólo conseguirá que la felicidad sea un espectáculo que continuaremos mirando desde la ventana, como ese al que no le alcanzó para pagar el boleto de entrada al show. Esta vez hagamos las cosas al derecho: aceptemos que, muchísimas veces, menos, es más.