Tanto la ciencia como el sentido común insisten en que cuando hemos logrado satisfacer nuestras necesidades principales, ganar más o menos dinero no hace ninguna diferencia real en nuestra felicidad (hablamos aquí de vivienda, salud, alimentación, transporte, diversión y educación). Cuando estas áreas están cubiertas, tener más dinero no hace una diferencia notoria en nuestro bienestar, básicamente, porque por más billones que usted tenga en el banco no puede desayunar cinco veces en una misma mañana porque se enferma. Así, con esa lógica aplastante. Con todo y que lo dicho parezca, en efecto, muy lógico, lo cierto es que en la vida real la mayoría de nosotros actúa como si estuviera fanáticamente de acuerdo en sacrificar la salud, la serenidad y las relaciones interpersonales a cambio de lograr más y más cosas. Al mismo tiempo los manuales de liderazgo personal nos alientan a perseguir el ideal del ganador de la vida occidental: fijarse una meta, lograrla y luego fijarse otra más alta y lograrla y así hasta el fin de los tiempos (o hasta el día del retiro forzoso –por pensión de jubilación o por infarto al miocardio porque ambas salidas sirven). La clave de todo, según los entendidos del éxito personal, es que no importa cómo, usted permanezca motivado. Que ¿“Lo importante es estar motivados”?: por caridad, ¡lo importante es ser felices! Y nadie puede ser feliz sintiéndose drenado, exhausto, sin energía. Nadie está a gusto sintiéndose como un ratón de laboratorio que corre en una rueda que no avanza. Nadie. ¿Entonces? Mi propuesta en esta ocasión es que en lugar de esmerarse en “Administrar el tiempo” -empeñado en ser más productivo de lo que en realidad necesita ser-, pruebe cómo le va haciendo un ejercicio de “Administración de los encantos”. Sí: si sabe, por ejemplo, que su talento especial en la oficina es su visión estratégica y sabe que ese es el encanto que su jefe aprecia en usted, pase más tiempo analizando qué está haciendo la competencia y cómo podrían ser más innovadores en su empresa, en lugar de desgastarse tratando de captar nuevos clientes porque lo suyo no es el área comercial. Funciona igual en otros escenarios: si por más que ha tratado no ha conseguido ser un buen chef pero en cambio es un magnífico conversador, en lugar de quemarse [Lit.] por tres horas en la cocina ensayando una receta imposible, compre la comida en un restaurante de camino a casa y dedíquese a disfrutar mientras se luce haciendo de anfitrión de sus amigos u ofrezca varios pasabocas sencillos pero no se mate haciendo más de lo que razonablemente puede hacer. En suma el recordatorio de esta ocasión es que la vida es muy corta para embarcarse en labores tan fatigosas que al final le hagan sentir que se perdió de la fiesta. En lugar de buscar hacer más, propóngase ser más estratégico administrando sus encantos porque, téngalo muy presente, el día en que un obstinado viva genuinamente feliz lloverá hacia arriba. Se acordarán de mí. ------- Columna publicada en el periódico “Centro”. Puebla, México, 28 de junio de 2016. Enlace a la publicación del periódico haciendo click aquí: quinto lingote de felicidad de Sylvia Ramírez
Conferenciante internacional de Felicidad y Personal Branding Coach Ejecutivo – Coach Personal @SylviaRcoaching www.sylviaramirez.com.co *Imagen: definicionabc.com