Miércoles, 28 Febrero 2018 16:16

Reserve un espacio para la ineficiencia - "Lingotes de Felicidad" de Sylvia Ramírez

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Cómo hacer listas de pendientes más efectivas. Curso para manejar el tiempo. App para el celular que repica cuando es hora de cambiar de tarea para mantener la atención. Aceleradores de ideas. Libros sobre productividad: este coctel puede volar la tapa del cerebro a cualquiera que se lo tome muy en serio.

Yo iba cayendo ahí. Sin tanta sofisticación, claro, pero sí –sin notarlo- se me fue incubando un sentido de urgencia que al principio era hasta interesante. Tenía una sensacioncita de estrés que me gustaba y que sobre todo me animaba a hacer las cosas más rápido; a hablar más duro y a tener posiciones más radicales sin que me temblara el pulso. Una maravilla.

A medida que pasaba el tiempo (contado en días) la sensación de urgencia fue aumentando y, lo peor, ya no la podía desactivar. Todo el tiempo sentía que iba tarde a algo, siendo que en realidad no tenía que ir a ningún lado si no quería. Comía rápido; leía rápido; me vestía de afán. Y lo grave no era tanto eso como que a toda hora estaba pensando cómo optimizar más el tiempo o, dicho sin filtrar, estaba pensando cómo embutir más actividades a la vez, en una misma sentada. Combos como pintarse las uñas + oír un audiolibro + contestar correos de trabajo + dejar bajando unos archivos + tener a la mano la libreta de apuntes para ir anotando las ideas nuevas y los pendientes que fueran apareciendo + dejar a la vista los tres libros en los que estoy investigando ahora mismo.

Si se mira despacio, la escena puede no parecer tan mortificante: en la medida en que ni el esmalte de uñas que va secándose ni los archivos que se están guardando necesitan mi intervención directa; en tanto los libros y la agenda de notas sólo están ahí (y si no los miro, no deberían existir) y dado que en realidad lo único en lo que tendría la atención dividida sería entre el audiolibro y los correos, el consejo elemental podría ser “Escoja entre poner atención al audio o responder e-mails”… pero no funciona así. Para el cerebro del que sueña con ser hiperproductivo la historia no es así.

Cuando llegué al punto de sentir (en la cabeza) que ya no estaba caminando sino arrastrándome hasta mi escritorio, en lugar de ir a mi silla me desvié hacia el sofá y le aparté el rato a entender qué era lo que pasaba. Al principio sólo me sentía más desesperada (porque en apariencia no estaba haciendo nada –y no hacer nada era la muerte), pero unos minutos después la idea llegó: entendí que aunque no estuviera usando la agenda ni consultando los libros ni mirando el porcentaje de descarga de los archivos ni soplando las uñas para que estuvieran más rápido, en mi cabeza cada ítem de esos no sólo era un asunto por resolver sino que, teniéndolo ahí, sobre la mesa, cada uno era una cuestión urgente. Si eran cosas urgentes, no podía sólo ignorarlas y contestar los correos o aprender del audiolibro: tenía que hacer un esfuerzo adicional (y muy grande, además) por hacer como que no me importaba que estuvieran ahí. ¡Eureka! Ese era el problema: tenía que estar lista para correr varias carreras a la vez. Eso se siente como estar listo para presentar varios exámenes finales de la universidad a la misma hora. Emocionalmente, estar tan a la trinca es como estar metido en una licuadora sin tapa.

Como para tener éxito en mi intención de acomodarme necesitaba un mantra (hay quienes funcionamos por comandos, sí), declaré “Voy a reservar un espacio para la ineficiencia”. Ineficiencia, porque parece que ya llegamos al punto de llamar así a la dulce concesión de hacer una sola bendita cosa a la vez.

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Tweet vía @SylviaNetwork[/caption]

Ahora armo sólo combos que me gusten y que sean radicalmente realistas: poner el esmalte + audiolibro. Contestar correos + música. Agenda de notas + un (¡un!) libro de investigación. Y también endurecí el pellejo un poquito: entendí que no puedo ser El Todo de todo el mundo (por eso puse este tweet la otra noche –click aquí-) y cuando materialmente no puedo contestar o no me alcanza el tiempo para ir, no contesto o no voy. Y la misma regla aplica para cuando sincerísimamente no se me da la gana: por querer tener contento a todo el mundo me estaba drenando y sin energía no hay felicidad que aguante.

Es verdad que este ensayo lleva sólo una semana larga pero los resultados se vieron tan rápido y me ha funcionado tan bien que no podía dejar de compartirlo.

Porque cuando usted se muera de fatiga nadie va a ir a enterrarse con usted, fíjese sus propias normas para cumplir tan honesta y tan puntualmente con lo que tiene que cumplir como pueda, pero sin dejar el cuero en las cuerdas. Priorice pensando no tanto en lo que tiene que hacer (porque eso usted ya lo sabe bien) sino, quizás, decidiendo que es lo que en definitiva no hará o no le conviene seguir haciendo.

No es venganza ni es egoísmo. Tal vez sea eso que los expertos llaman asertividad… sólo que esta vez es con usted mismo.

Por: Sylvia Ramírez Rueda Conferenciante internacional de Felicidad y Personal Branding Coach Ejecutivo – Coach Personal Autora de "Felicidad a prueba de oficinas" (Ed. Planeta, 2017) ¡Sigamos en contacto! En Facebook: “Sylvia Ramírez Coaching e Imagen” En Twitter e Instagram: @SylviaNetwork Suscribirse al canal de YouTube: Sylvia Ramírez coach www.sylviaramirez.com.co 

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